Imágenes: Robó un avión, lo aterrizó en las calles de Nueva York y como no le creyeron lo volvió hacer
Al sentir que su habilidad estaba en duda, decidió que era hora de hacerlo de nuevo
La historia de Thomas Fitzpatrick es una de esas anécdotas que parecen sacadas de una película de acción. Este hombre desafió las normas y la lógica cuando robó un avión, lo aterrizó en plena calle de Nueva York y, como si fuera poco, repetir la hazaña cuando no le creyeron.
Los años 50 fueron un período de cambios significativos a nivel mundial. En Nueva York, la aviación comenzaba a captar la atención del público, aunque no de la manera que lo haría décadas después. Era una época en que las medidas de seguridad no eran tan estrictas, lo que pareció jugar a favor de las acciones de Fitzpatrick.
En el siglo XX, volar era todavía un lujo reservado para unos pocos. Aunque los vuelos comerciales estaban en expansión, la aviación privada tenía un carácter más relajado. Las normas de seguridad en los aeropuertos eran mínimas. Nadie imaginaba que alguien pudiera robar un avión por diversión. Los pilotos eran vistos como aventureros, y la aeronáutica era símbolo de innovación. Sin embargo, esta percepción también daba lugar a situaciones poco controladas.
Non, cette image n’est pas un montage. Elle nous raconte l’histoire de Thomas Fitzpatrick, un pilote qui en 1956, complètement ivre, avait affirmé pouvoir, dans son état, faire voler un avion du New Jersey à New York et le poser en plein centre-ville. Et il le fit ! Il quitta pic.twitter.com/lEg8vnwy0S
— L’Encyclopédie (@WorldKnownledge) October 17, 2020
La vida de Thomas Fitzpatrick
Antes de convertirse en una leyenda urbana, Thomas Fitzpatrick, también conocido como ‘Tommy Fitz’, llevaba una vida relativamente normal. Había servido en el ejército y era conocido por ser un hombre carismático, pero con una vena temeraria. Sus amigos describían a Fitzpatrick como alguien que no podía resistirse a un buen reto, especialmente bajo los efectos del alcohol. Su amor por la aviación lo convirtió en piloto aficionado, lo que dejó en evidencia su habilidad excepcional para maniobrar aeronaves.
¿Cómo robó el avión?
El 30 de septiembre de 1956, Fitzpatrick tomó la decisión que cambiaría su vida para siempre. Lo que comenzó como una apuesta terminó siendo un evento histórico. El desenlace dejó a todo el mundo, incluidos los testimonios más cercanos, completamente asombrados.
Aquella noche, estaba en un bar en Washington Heights, Manhattan. Bajo la influencia de unas copas de más, alguien dudó de su capacidad para pilotar un avión y llegar directamente al vecindario. La apuesta quedó sobre la mesa y Fitzpatrick, decidido a probar su punto, se dirigió a un aeródromo en Nueva Jersey. Encontró un monoplano Cessna 140 estacionado, saltó los controles de seguridad y despegó con rumbo directo a Nueva York.
Esa madrugada, Fitzpatrick logró lo impensable. Pilotó el avión a través de los cielos de Nueva York y lo aterrizó en una oscura calle frente al bar donde había iniciado la apuesta. La maniobra fue tan precisa que no dañó ni el avión ni la zona. Los testigos quedaron atónitos. Aunque el evento causó revuelo, las autoridades terminaron culpándolo únicamente de usar el avión sin permiso, recibiendo una leve sanción.
On September 30th, 1956, during a drunken argument in a New York City Bar, a WW2 veteran named Thomas Fitzpatrick claimed he could fly an airplane from New Jersey to New York in under 15 minutes. To prove himself, Fitzpatrick left the bar, stole an airplane from a New Jersey… pic.twitter.com/OrqT8RIOUK
— Silodrome (@Silodrome) December 3, 2019
Pero la historia no terminó ahí. Dos años después, Fitzpatrick volvió a sorprender al mundo con una acción aún más increíble. Las consecuencias reflejaron tanto su audacia como las debilidades de una sociedad que todavía confiaba demasiado en la buena fe de las personas.
Tras su primer aterrizaje, muchos pensaron que la historia estaba exagerada. Algunos incluso dudaron de que Fitzpatrick hubiera realizado tal hazaña. La falta de testigos visuales creíbles y la incredulidad generalizada motivaron que su relato fuese tomado como una broma. Fitzpatrick, al sentir que su habilidad estaba en duda, decidió que era hora de hacerlo de nuevo.
En 1958, Fitzpatrick repitió la maniobra. Esta vez, robó otro avión de un aeródromo en Nueva Jersey y volvió a aterrizarlo en Nueva York, asegurándose de que no quedaran dudas sobre su capacidad. Sin embargo, la segunda vez le costó caro. Las autoridades no mostraron la misma indulgencia y lo condenaron a seis meses de prisión. La reputación de Fitzpatrick como un piloto temerario quedó sellada para siempre.
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