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Nutrición

Si lo comes crudo (o poco cocido), este condimento protege el corazón

El ajo es un ingrediente esencial en la cocina mediterránea, presente en platos como el pistou, la tapenade y el aïoli. Más allá de su papel como sazonador, este bulbo aromático alberga propiedades que lo convierten en un aliado para la salud cardiovascular. Al consumirlo de forma cruda o poco cocida, podemos aprovechar al máximo sus beneficios. Descubramos cómo el ajo puede cuidar de nuestro corazón.

El principal compuesto bioactivo del ajo es la alicina, una sustancia de origen azufrado que desempeña un papel crucial en la preservación de la salud cardiovascular. Lamentablemente, este valioso compuesto se ve degradado por el calor durante la cocción. Por ello, la mejor manera de obtener sus máximos beneficios es consumir el ajo lo más crudo posible, ya sea triturado en una vinagreta o finamente picado.

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Según los expertos, el consumo de 2 a 3 dientes de ajo al día puede brindar una protección significativa para nuestro corazón. Sin embargo, no es necesario obsesionarse con esta cantidad, ya que en una dieta equilibrada existen otros alimentos ricos en antioxidantes y fibras que también contribuyen a la salud cardiovascular. El efecto «cóctel» de estos nutrientes es lo que realmente importa.

Además de los compuestos azufrados, el ajo contiene otros antioxidantes como los flavonoides, que han demostrado tener un papel preventivo en la aparición de ciertos tipos de cáncer. Asimismo, este bulbo es una fuente de fibras, entre ellas la inulina, que favorecen el equilibrio de nuestro microbioma intestinal.

Formas de consumo: fresco vs. procesado

Si bien el ajo fresco es la mejor opción para aprovechar al máximo sus propiedades saludables, existen otras presentaciones que también pueden aportar beneficios, aunque en menor medida. El ajo marinado, el ajo negro y el ajo deshidratado, a pesar de perder parte de sus antioxidantes, siguen siendo una buena alternativa para cuidar la salud de nuestro microbioma.

Tipos de ajo

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Ya sea blanco, rosa o morado, el ajo fresco posee virtudes similares en cuanto a su perfil nutricional. Sin embargo, pueden variar ligeramente en cuanto a su sabor e intensidad. Lo importante es conservarlo en frío y protegido de la luz para evitar que germine prematuramente.

El ajo deshidratado

Si bien el ajo deshidratado en polvo o gránulos se utiliza principalmente como condimento, no hay que subestimar sus propiedades. A pesar de que sus compuestos fenólicos se ven afectados por el proceso de secado, sigue siendo una opción para aportar fibra y cuidar de nuestro microbioma intestinal.

El ajo negro

El ajo negro, producto de un proceso de fermentación, desarrolla un sabor que recuerda al regaliz. Si bien contiene fibras, carece de la mayoría de los antioxidantes presentes en el ajo fresco. No obstante, puede ser una alternativa interesante para diversificar nuestras fuentes de este valioso alimento.

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Otros beneficios del ajo

Además de su impacto positivo en la salud cardiovascular, el ajo ha demostrado tener propiedades anticancerígenas, antiinflamatorias y antibacterianas. Asimismo, puede ayudar a regular los niveles de azúcar en sangre y mejorar la función sexual en los hombres.

Cómo incorporar más ajo en la dieta

Existen múltiples formas de integrar más ajo en nuestra alimentación diaria. Desde añadirlo crudo a ensaladas y vinagres, hasta utilizarlo como base para salsas y marinadas. También podemos disfrutarlo en forma de encurtidos o incluso consumirlo como «snack» en forma de ajo negro.

En la culinaria mediterránea, el ajo es un protagonista indiscutible. Desde el pistou provenzal hasta el aïoli catalán, este bulbo aromático impregna muchos de los platos emblemáticos de esta región. Su presencia no solo aporta sabor, sino que también contribuye a la salud cardiovascular de quienes disfrutan de esta rica gastronomía.

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Angélica Ramos

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